[vc_row][vc_column][vc_column_text]Un momento de punzante claridad se presenta ahora ante nosotrxs. Hoy, el Presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva para poner en marcha el proceso de construcción de un muro a lo largo de la frontera de Estados Unidos con México, despojando de fondos federales a las ciudades santuarios, aumentando el número de tropas de la Patrulla Fronteriza Estadounidense e incrementando las deportaciones. Como respuesta, debemos sumergirnos con más urgencia en la dura tarea local de construir santuarios.
Hace un año, mi equipo de #Ni1DeportaciónMás y yo redactamos esta reflexión sobre la naturaleza del santuario:
Representamos una tradición de nuestra comunidad que se abrió camino dónde no lo había, que brindó refugió político y espiritual para que el resto de nosotrxs pudiera salir adelante…. Cuando buscamos entrar en el movimiento, y convergimos, estos espacios son sagrados, porque son una forma de santuario. Un santuario es una posición espiritual. Desde el santuario decimos: la opresión quiere dominar nuestras vidas con temor y sangre, y el horror cotidiano que nos hace insensibles. Pero aquí, no. En mi casa, no. En mi cama, no. No en mi movimiento. Un santuario protege a nuestra gente con un anillo de fuego. Un santuario nos garantiza un poco de gracia y protección para poder juntar fuerzas y así volver a salir a luchar. Un santuario es nuestro deber. El espacio de un movimiento también debe ser un santuario.
Estas palabras tienen un significado nuevo para mí hoy. Y en un momento político en el que los pilares de la justicia parecen desplomarse alrededor de nosotrxs, el santuario tiene también un significado nuevo para millones de personas en todo Estados Unidos. Aquellxs de nosotrxs que no podemos votar, lxs que hemos sido marginadxs – no pedimos vivir momentos como este, ni estar en un lugar como en el que nos encontramos ahora. Pero debemos decidir qué hacer en este momento que enfrentamos ahora.
Mientras nos adentramos en los primeros 100 días de Trump, los ataques a nuestros avances, a nuestros cuerpos y a nuestros valores provienen de todas partes. Este momento puede ser abrumador y desorientador. Sé que es difícil levantarse y luchar. Sé que muchos de nosotrxs no estamos segurxs de lo que vendrá, ni cómo. Pero, en el fondo, bien sabemos lo que está pasando.
Podemos encontrar claridad porque no hay muchos mensajes en las acciones de Trump: solo hay uno, esencial en su carácter, y desde el cual fluyen todos los demás mensajes. Según ese mensaje de “hacer a América grande otra vez” algunxs de nosotrxs tendríamos que morir, algunxs de nosotrxs seremos expulsadxs, y algunxs de nosotrxs deberemos permanecer en silencio, maleables y complacientes.
Me exijo a mí misma, como les imploro a ustedes, ver cómo este momento nos exige algo diferente. Aunque somos criaturas de costumbres, debemos cuestionar nuestras condicionadas tendencias de alianza, de línea política y de tácticas.
Si Trump busca despojarnos del santuario, entonces debemos desafiarlo. Y nuestro desafío no debe simplemente recrear lo que existió, sino ampliarlo, reimaginarlo y darle vida a sus posibilidades.
Crear un santuario en nuestras comunidades locales requerirá que nos enfoquemos en lugares y en gente que muchxs de nosotrxs tendemos a no notar. No hay un plan milagroso. No hay gobierno nacional ni un líder de movimiento nacional que vendrá a salvarnos. Para impulsarnos a nosotrxs mismxs, debemos empezar desde donde estamos, donde vivimos, y debemos salir de nuestras burbujas.
Estamos luchando por la idea más amplia de santuario, y esa visión, esa demanda aspiracional, está siendo profundamente amenazada. A través de la acción colectiva, sin embargo, podemos crear nuestros propios muros – muros de protección – que Trump no pueda conquistar.
En nuestros tiempos, un santuario requerirá de un trabajo local arduo y profundo. Estos son los primeros pasos que veo:
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Santuario significa ahora compartimos un destino político.
Donde antes podríamos haber visto a “ellxs” ir en contra de “otrxs”, ahora vemos que el destino de nuestro planeta, nuestras ciudades y nuestras vidas se entrelazan con los destinos de todxs.
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Santuario no significa un solo tema.
Tenemos varios objetivos por conseguir. No hay tiempo para pensar que nuestras ideas de santuarios son exclusivas. Los santuarios deben incluir no solo a gente indocumentada, sino también a Musulmanes no inmigrantes, a personas LGBTQ, personas Negras, Indígenas, y disidentes políticxs. A Trump no le interesa nuestra sobrevivencia, y está dispuesto a perseguirnos. Ha puesto gente en el poder que está obsesionada con torturarnos, subyugarnos y oprimirnos. ¿Qué más necesitamos saber? Ni uno de nuestros movimientos u organizaciones es lo suficientemente fuerte por sí solo: Si no unimos fuerzas seremos diezmadxs. Nuestra organización del santuario debe incluir esta comprensión más amplia.
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Un santuario se puede crear a través de políticas y mediante la comunidad.
El trumpismo está penetrando en todas las ramas del gobierno federal, pero aún podemos y debemos exigir que nuestros funcionarixs locales electxs nos apoyen en este acto de desafío. Aún podemos involucrar a nuestrxs alcaldes y representantes concejo municipal. Y si no responden, debemos postularnos y reemplazarlxs. Sin embargo, no podemos detenernos ahí. Podemos construir zonas de santuario en hospitales, escuelas, con dueñxs de negocios, comunidades religiosas y vecindarios.
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Un santuario no puede basarse en paternalismos ni en la mentalidad del salvador blanco.
Este será un trabajo arduo, y requerirá que todxs los involucradxs comprendan que no estamos en esto para “salvar” a nadie. Esta tarea nos obliga a escuchar profundamente, a construir relaciones y a confrontar el poder. Los modelos de caridad no construirán las estructuras necesarias para que ganemos.
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Un santuario ya no tiene solo cuatro paredes
El gobierno de Trump no respetará espacios designados como santuarios. Por eso debemos enfrentarnos al poder y pelear en cuerpo y en alma y a plena vista: No debemos ceder el espacio público como si no fuera nuestro. Debemos luchar por realinear nuestros condados y ciudades de acuerdo a nuestras necesidades.
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Un santuario requiere de organización local para lograr convergencia a nivel nacional.
Si a nivel federal, Trump propaga un veneno peligroso, vamos a repartir el antídoto persona a persona. Podemos movernos a nivel local. Para hacerlo, debemos romper nuestro aislamiento recordando que no somos una pequeña minoría que se opone a esta agenda – somos la mayoría. Es tiempo de salir y buscar a nuestra gente local. Promoviendo un plan estratégico para cambiar el tono de la conversación local. En momentos de oportunidad, podemos unirnos a nivel nacional para demostrar nuestro poder.
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Un santuario necesita claridad, coraje y fortaleza espiritual.
Debemos prepararnos para lo que se viene. Seremos perseguidxs por nuestras acciones y nuestras creencias. Sufriremos ataques. Mientras tengamos más claridad sobre lo que estamos haciendo y por qué, mejor podremos crecer en número y fortalecer nuestro coraje. Eso supone en parte resistir el aislamiento y cuidarnos unxs a otrxs, y a nosotrxs mismxs como una comunidad. Buscamos la sabiduría y las habilidades de trabajadorxs culturales y sanadorxs para que nos proporcionen herramientas y orientación.
Así como este nuevo presidente busca destrozarnos pedazo a pedazo, debemos resistir. Debemos recordar que, aunque las amenazas a lxs inmigrantes se han incrementado ya en solo los primeros días del régimen de Trump, nuestras comunidades ya enfrentaban problemas parecidas desde hace tan solo un mes. Aquellxs de nosotrxs que ya tenemos práctica en la creación de santuario y en la protección para la comunidad, podemos aportar desde nuestra experiencia con herramientas, para que otras personas puedan hacerlo también.
A medida en que resistimos, y a medida en que construimos santuarios nuevamente, debemos extender la idea a más gente, en más lugares y en nuevas formas.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row css=”.vc_custom_1494246418951{padding-top: 10px !important;padding-right: 10px !important;padding-bottom: 10px !important;padding-left: 10px !important;background-color: #c9c9c9 !important;}”][vc_column width=”1/3″][vc_single_image image=”17260″ img_size=”medium” style=”vc_box_circle_2″ css=”.vc_custom_1487188275776{margin-top: 15px !important;margin-bottom: 15px !important;padding-top: 10px !important;padding-right: 10px !important;padding-bottom: 10px !important;padding-left: 10px !important;}”][/vc_column][vc_column width=”2/3″][vc_column_text css=”.vc_custom_1487188261120{margin-top: 15px !important;margin-bottom: 15px !important;padding-top: 10px !important;padding-right: 10px !important;padding-bottom: 10px !important;}”]Marisa Franco is the director of Mijente. She is originally from Guadalupe, Arizona. Follow Marisa on twitter at @marisa_franco[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]